Según el economista Nery Percichini, Head of Strategy GMA Capital, el Ripte de agosto, con un nivel de $90.340 bruto era equivalente a USD 489, uno de los más bajos de la serie histórica: 46% inferior al de pre PASO de agosto 2019, cuando se ubicaba en USD 1.051; y más aún con el que había terminado la segunda presidencia Cristina Fernández de Kirchner (USD 1.214 noviembre 2015), y muy lejos del “pico” de USD 1.718 que había alcanzado en la primera etapa de la Convertibilidad fija de 1 a 1 entre el peso y el dólar, en febrero 1995, previo a la crisis financiera del Tequila, en simultáneo, aunque con unos meses de rezago y anticipos de la rusa, brasileña y otras.
Durante el gobierno de Cambiemos el salario medio privado registrado equivalente en dólares alcanzó un máximo de USD 1.458 en noviembre de 2017, previo a la crisis que provocó la intervención de hecho del Banco Central y dio lugar a la crisis posterior, con un derrumbe sostenido hasta USD 697 en los días previos al fin de la presidencia de Mauricio Macri.
Aún se mantiene por sobre uno de los mínimos en dos décadas, como fue en junio 2002, con USD 316, al acusar el efecto arrastre de la crisis de la Convertibilidad con pesificación asimétrica, devaluación y default de la deuda pública.
En agosto último, Esteban Domecq destacó en una entrevista en Infobae que “el espectacular ascenso de los precios internacionales de las materias primas durante la primera década de los 2000, en la cual la soja pasó de USD 150 a USD 650 la tonelada, permitió configurar un determinado nivel de salario real, inconsistente con el nivel de productividad del trabajo, que no se pudo sostener cuando el ciclo alcista de los precios internacionales de las materias primas que más exporta la Argentina se empezó a revertir a partir del 2012″.
“Durante el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner se mantuvo artificialmente consumiendo stocks, sobre todo reservas internacionales del BCRA; durante los dos primeros años de la gestión de Mauricio Macri se sostuvo con crédito externo. Una vez que nos quedamos sin dólares, ni stocks ni flujos, la caída del salario real era inevitable. La corrección de estos tres años, que se materializa en salarios que vienen corriendo de atrás a la inflación, responde a una macroeconómica desequilibrada desde hace una década ajustando, intentando alinear un salario real disociado respecto del nivel de productividad. Es la distancia entre lo que la sociedad pide, respecto de lo que esta economía puede dar”, agregó el economista.