Tiene una certeza Baby Etchecopar: si no hay voces como las de él y de otros colegas, “se pierde la guerra”. Pide disculpas por expresar esta idea, pero la sostiene con la férrea convicción con la que defiende otras tantas. Y es por eso que, a pesar de contar con los medios y la oportunidad de radicarse en el exterior, elige quedarse en el país. Hoy, está entusiasmado y comprometido con su rol de comunicador. A lo largo del encuentro, el periodista -quien cada noche se pone al frente de Basta Baby, en A24- se irá desdoblando. Opinará de política, claro. Dirá que Alberto Fernández “está terminado” como presidente, y que no observa políticos que se destaquen para una misión tan difícil como sería reemplazarlo en el 2023. Pero también mostrará su lado más vulnerable, descubriendo sus miedos. Contará cuál fue el minuto que cambió su vida, cómo atravesó el dolor de quedarse viudo de grande y qué le pidió su hija en ese momento. Hablará de sexo y de su futuro casamiento con su pareja, Silvina Cupeiro. Y de su vida. “Tengo que disfrutar. No tengo más tiempo. Es aquí y ahora. Mañana no existe”.
—¿En qué momento de su vida se encuentra?
—Estoy bien. En este país empezás como terminás, porque terminás sin saber qué pasa y empezás, después de las vacaciones, sin saber qué va a pasar. Armando este rompecabezas que no entendés, de gente cortando la 9 de Julio de nuevo, y me pregunto: ¿se fueron de vacaciones que empezaron hoy? Es un país desquiciado. Escuchás al Presidente declarando en una causa de Cristina (Kirchner), lo cual habla mal de él, y además, en la vorágine nos olvidamos del afano de las vacunas, de la fiesta de Olivos, nos olvidamos de todo en un día. De pronto vas a otros países y vivís un poco. Un amigo me dijo el otro día: “Miami es amigable, cuando vas por tercera vez es como tu casa. La gente que vive ahí no está como nosotros: se ríe, va en el auto a laburar, tienen una estructura de vida”. En cambio, en Argentina, todos los días tenés que andar cambiando los planes, juntar a la familia, agarrar un papel y decir: “¿Viste el colegio donde ibas a ir? No vas. ¿El laburo que te dije? No está más”. Todos los días tenés que bajar las expectativas. Tu voluntad. En otras partes del mundo existe el sueño y el mérito; acá no sabés qué querés porque todo lo que vos querés, no te lo dan.
—¿Qué sueña Baby?
—Nada. Yo, a esta altura de mi vida, para poder soñar tengo que tomar pastillas. Hoy me conformo con ver si puedo dejar algo parecido a una República para mis hijos y mis nietos. Pero de golpe me encuentro con que antes uno podía comprarse una casa y hoy no se puede ni pagar un alquiler. Y yo creo que con este Gobierno, con esta gente, este país es invivible. No inhabitable: invivible. Está intoxicado de delincuentes, de ausencia y de carencia de valores. Y también me pregunto qué hago, para qué estoy acá si yo me puedo ir: es ese amor a la tierra, que no tienen los que gobiernan; uno quiere al vecino, al barrio. Si vos no peleás, se pierde la guerra. Y este año, por primera vez, me pasó que me di cuenta de que es verdad. Dejemos la soberbia de lado, pero si no están Eduardo Feinmann, Joni Viale, (Luis) Majul, si no estoy yo, mirá qué feo lo que te digo y pido disculpas… siento que se pierde la guerra. Porque donde les aflojemos un poco, estos cínicos hacen lo que quieren. Te llevan por delante. Así que, por lo menos, hay un francotirador en algún lado que los mantiene a raya en la trinchera. Porque donde el francotirador se va, van con todo a mentir tranquilos, porque no hay nadie que avive.
—¿Cómo vive esa responsabilidad?
—Macri me dijo una frase que no sabía si agradecérsela o putearlo: “Sos un luchador, vos estás en el medio de la guerra entre las dos trincheras luchando solo. Te felicito”. Y me hizo sentir una orfandad, porque, digo: ¿no estamos luchando juntos? A lo mejor es que no era la forma de luchar de él, tan frontal, tan abierta y tan sin esperanza, porque yo no quiero ser presidente ni diputado ni nada, al contrario, me parece aberrante hacer algo que no sabés. Para mí es irresponsable cuando un tipo, de golpe, se postula y no sabe nada. Está todo fuera de cuadro. No tienen vergüenza. Uno tiene que saber para qué sirve. Y yo estoy muy orgulloso de saber que para esto sirvo. No puedo tomarme ni diez días de vacaciones porque creo que soy un premiado de la vida de poder laburar de lo que me gusta.
—¿Qué opinan sus hijos y su mujer de esto?
—Mi mujer no lo entiende, es un amor de persona, pero no entiende que uno labure 24 horas. Ella quiere irse de vacaciones, pero le explico que no puedo irme tanto tiempo.
—¿Y qué hace si ella insiste?
—Me agarra úlcera, porque yo morfo de esto y tengo tres hijos que ayudar. Porque acá tenés dos posibilidades: sos Víctor Hugo (Morales) o sos Baby. Si sos Víctor Hugo podés tener un departamento en Francia, pero si vos sos Baby debés las expensas.
—Hablando de vacaciones, hace poco se fue a Miami. ¿Cómo ve a los argentinos que viven allá?
—Los veo tristes. No me gustaría estar en el lugar de ellos. ¿Qué tenés ahí? Paz y tranquilidad, pero la verdad, hablo por mí no por los demás: yo no busco paz y tranquilidad. Yo quiero trabajo, progreso. El otro día me llamaron para trabajar en una radio de Miami y me dijeron: “No podés decir malas palabras acá”. “Y bueno boludo, me llamás para hacer El Zorro y no me puedo poner el antifaz, ¿qué querés que haga?”. Me encanta ir todos los años a ver a mis amigos, soy muy amiguero, toda la noche de joda, pero después me vuelvo a pelear acá. Yo siempre digo lo mismo, tenemos un país de los más bellos del mundo con un mal gobierno, con ladrones, y es lo mismo que cuando tenés una casa maravillosa con tres okupas que te arruinan todo, te afanan las canillas. Tengo todo para irme pero, sin embargo, yo vuelvo a pelear acá.
—¿Cómo ve al actual Gobierno en lo que resta de su mandato?
—Y… yo creo que a este Presidente lo vamos a tener que acompañar los que no lo queremos porque adentro saben que van a perder, saben que están destruidos, saben que gobernaron pésimo, saben que están terminados. El Presidente sabe que está terminado, que es in-creíble como presidente. Y creo que todos los periodistas que no lo queremos, no a él como persona, sino que no queremos al kirchnerismo porque sabemos que es una cueva de delincuentes, lo vamos a tener que apoyar criticando despacio e ir llevando los dos años que faltan hasta las elecciones.
—¿A qué político ve más idóneo para dirigir al país en el 2023?
—Honestamente, creo que no hay demasiadas personas que se luzcan para agarrar algo tan difícil como es la presidencia de la Argentina. De hecho, tenemos todos estos que por no lucirse destruyeron al país. Hay demasiado egoísmo berreta. Demos tiempo para elegir a una abeja reina. Creo que hay que preparar un estadista honesto y fuerte, porque bien nos merecemos un gobierno de mano rígida. Estamos permitiendo que nos maten 9, 10 argentinos por día a tiros, jubilados, hombres que van a trabajar.
—¿Cómo ve al rol de nuestra sociedad?
—Yo creo que es muy vaga. No es casual que haya 2 millones de piqueteros. No es cobardía, es vagancia. Te voy a dar un caso. Estaba con mi mujer comiendo en restaurante en Olivos al lado del río, hacía 40 grados de calor y a las 17 había una marcha por las vacunas. Me paró un matrimonio y me dijo: “Baby, no te mueras nunca, sos la voz de los que no tienen voz, los huevos que tenés. Te apoyamos”. Me comentaron que estaba la marcha y les pregunté si iban a ir, me dijeron que no porque hacía calor… Entonces, ese es el argentino: es vago. Obvio que no todos. Pero el argentino es atorrante.
—¿Cómo ve a la educación ahora que empezaron las clases?
—Una cosa es ir al colegio y otra cosa es ser educado. Nosotros queremos que nuestros hijos sepan inglés, pero no hablan en castellano. La tecnología es hermosa, nos brinda cosas maravillosas, pero también llevó a nuestros hijos a las tres palabras, ahora hablan con los muñequitos que te mandan, gente grande que te manda un oso masturbándose, y la verdad es que la educación es otra cosa. Una vez Página 12 me criticó porque yo hablaba del Cervantes. Mi viejo a los 9 años me hizo leer Don Quijote 27 veces, y nueve tomos de Historia Argentina, ida y vuelta, y me los tomaba. Eso es educación: “Perdón”, “Gracias”, “Esto es tuyo no lo toco”. Ir al colegio es otra cosa. Ir al colegio, por ejemplo, para el populismo es ir a comer, para la derecha es ir a aprender inglés o tres idiomas. Para el populismo es viaje de egresados a Las Toninas, para la derecha es Aspen a esquiar. Pero igual son tan boludos unos como otros porque cuando los sentás y les preguntás: “¿Sabés quién fue Yrigoyen?”, no lo saben. Nosotros se lo festejamos, y la madre salta y dice: “Y tiene razón, ¿para qué quiere saber quién fue Yrigoyen?”. Es la razón por los que llegamos a este triste final.
—¿Cree que los corruptos son felices?
—La felicidad es de los inteligentes, entonces no sé. Mejor dicho: si son inteligentes no pueden ser corruptos. O sea que no son inteligentes. Por eso no son felices. Yo me imagino a Cristina a la mañana en camisón, levantarse con la primera cara, que debe ser terrible, no por fea sino por mala, y mirarse al espejo y pensar: “¿A quién le cago la vida como la tengo cagada yo? ¿Con quién comparto esta soledad, esta sordidez? ¿Con quién puedo compartir este apellido sucio, mugriento de corrupción que les arruinó la vida a mis hijos, a mis nietos y a mis bisnietos?”. Ellos no se dan cuenta de eso. Por eso no son inteligentes. Entonces la plata sin respaldo no sirve, no vale nada.
—Si la tuviera a Cristina en frente, ¿qué le preguntaría?
—Para mí Cristina no es un personaje que tenga valor para que yo pierda dos minutos en ella, por dos razones. Primero, porque me parece una persona que no es inteligente, es charlatana. Entonces, ¿qué vas a hablar con una persona que te miente? Y segundo, la mayor felicidad de mi vida es elegir lo que hago y con quién hablo. Y hay veces que la mejor forma de decir “No valés nada”, es decir: “No me importa periodísticamente entrevistarte”.
—¿Qué opina del Presidente?
—A mí Alberto me da lástima. Me hace acordar a Gardiner, el personaje de Desde el jardín. Uno, con todo respeto, mirando de afuera no sabe hacia dónde va. Por ejemplo, la imagen de abrazar a los presidentes latinoamericanos te da lástima y te da vergüenza.
—¿Alberto se creyó ser Presidente?
—Sí, por eso le dije pobre. Porque lo peor que hay acá es comprar lo que vendés.
«Si yo me creo que soy exitoso, paso a ser un gran pelotudo», advierte Baby Etchecopar