Los estudiantes Antonio Ramírez, Luján Fischer y Luciano Carrizo se unieron para llevar a cabo un proyecto de investigación que se transformó en un emprendimiento de diseño y construcción sustentable, así nació “Cigadrillo”, una propuesta de recolección, saneamiento y reutilización de las colillas de cigarrillo que se desechan en espacios públicos. En cuatro años avanzaron en la confección de placas para la construcción y también en visibilizar y generar conciencia acerca de los daños ambientales que causan estos desechos.
Los futuros arquitectos, que hoy tienen entre 27 y 30 años, se pusieron a trabajar con un residuo pequeño, pero altamente dañino: tiene derivados del petróleo, acetato de celulosa y hasta 8.000 componentes tóxicos, entre ellos metales pesados que en su mayoría se disuelven en el agua. Las colillas de cigarrillos tardan entre 8 y 12 años en desintegrarse, mientras contaminan las calles, el aire, la tierra y el agua. Se estima que en todo el mundo se arrojan 4.500 millones de colillas por año. Una sola puede contaminar hasta 70 litros de agua.
Dos años después, en 2019, el proyecto fue seleccionado por el Programa Ingenia de la provincia de Santa Fe, y con el aporte de capital semilla obtenido pudieron donar los primeros contenedores exclusivos de colillas para instalar en las facultades de la UNR. La campaña continuó en instituciones, comercios, empresas, bares. Antes, a través de un trabajo de campo, determinaron que entre el 40 y 50% de los habitantes de Rosario fuma y que en su mayoría arroja las colillas en el suelo. La recolección voluntaria y masiva se puso en marcha.
Hoy repasan el recorrido de la iniciativa y afirman: “Encontramos una solución técnica de triple impacto, ambiental, económico y social, pero a la vez se nos abrió un panorama de concientización ambiental con gran repercusión en la población que no esperábamos. Nos convertimos en un movimiento ecológico con fuerte presencia territorial, que va en busca y fomenta la aplicación de políticas públicas que traten este tema. Hemos logrado ordenanzas, trabajos en conjunto con municipios, voluntariados ambientales y diferentes movidas nacionales e internacionales. Sabemos que iniciativas como estas tienen lugar en otros países como Colombia, México, Chile y Australia, entre otros”.
“Comprobamos -destaca Carrizo- que ese hábito se basa en la falta de información al respecto: gran parte de los fumadores, y también de los no fumadores, no las reconocen como un contaminante tóxico. Cuando comenzamos a contarles todo lo que tiene una colilla, explicar sus diferentes impactos y consecuencias en el ambiente, incluso mostrarles cómo queda el agua una vez que la colilla entra en contacto con ella, el mismo fumador se asombra de lo que está contenido en el producto que consume”.