La mitad de los porteños vive en situación de pobreza, vulnerabilidad o fragilidad. Así surge de un nuevo esquema que utiliza el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para categorizar la calidad de vida, con el que se llega a una dura conclusión: incluso familias con trabajos estables están en situación de riesgo y sus ingresos no le permiten tener un pasar más cómodo.
Lo habitual en los estudios de pobreza es calificar como pobres o indigentes a aquellas personas que no llegan a cubrir la Canasta Básica Total ($ 63.300 al segundo trimestre) o Alimentaria ($ 33.600), respectivamente. La Dirección de Estadísticas de la Ciudad utiliza una tercera categoría, que es la Canasta Total, donde se suman los bienes y servicios a consumir durante un año (como productos de salud, bienes estacionales o la renovación de bienes durables para la vivienda). Allí, se encuentran alcanzadas las personas calificadas como “vulnerables”, con ingresos en el hogar hasta $ 77.600, y los “medios frágiles” llegan como máximo a $ 97.000.
En este panorama, hay en la Ciudad un 9% de personas en la indigencia y un 17% de pobres. Son 817 mil personas debajo de la línea de la pobreza (el 26,5% en total). Al seguir subiendo en los ingresos, el 11% se encuentra en “situación vulnerable” y el 9% está entre los “medios frágiles”. Son 619 mil personas, el 20%.
Solamente el 53%, en tanto, tiene ingresos familiares por encima de los 97 mil pesos mensuales, por lo que puede cubrir la Canasta Total sin sobresaltos. Se dividen en el 45% de “clase media” y un 8% como “acomodados”. Son 1.640.000 personas.
En el cuarto trimestre de 2019, el último completo antes de que arranque la pandemia, la cuarentena y sus dramáticos efectos sanitarios y económicos, la cifra total de acomodados –incluye clase media– era del 61%, lo que significa una caída de 8 puntos porcentuales en apenas 15 meses. El mayor crecimiento se dio entre los pobres, que pasaron de representar el 22% al 27%, mientras que los frágiles subieron del 17 al 20%.
“Estamos hablando de una clase media que deja de tener ciertas posibilidades”, describe la ministra de Desarrollo Humano, María Migliore. Son familias que según la estadística no quedan categorizadas como pobres, pero tienen cada vez más dificultades. De hecho, desde esa cartera vienen notando en los últimos tiempos que en comedores que no están en barrios populares (en zonas como Constitución o Saavedra, por ejemplo) hay cada vez más personas que se acercan a pedir un plato de comida. “Es gente que quizás si le garantizás cuatro comidas le cambia la mano”, explican. Otra situación: “Estas noches repartimos comida caliente a gente en situación de calle, y lo que vemos es que se te acerca gente que está en su casa y lo necesita también”.
Hay diferentes factores que impactan en esta situación, pero la inflación, coincide Migliore, es el gran problema que genera que incluso familias con ingreso laboral estable estén en situación de fragilidad o incluso de pobreza.
El estudio incluye tres ejemplos para graficar. El primero es el de un empleado/a de comercio (salario promedio $ 43.500) y un empleado/a de la construcción ($ 50.000). Con $ 93.500 no llegarían a cubrir la Canasta Total. El segundo reúne a un monotributista categoría B ($ 35.300) y un cadete ($ 42.000), por lo que están en situación “vulnerable”. Por último, un trabajador/a de servicio doméstico ($ 25.900) con un empleado/a de un call center ($ 30.000), que no llegan a completar la Canasta Básica por lo que quedan debajo de la línea de la pobreza.