Los primeros días de noviembre de 2021 doce mendocinos tuvieron en sus manos la suerte del israelí Nicolás Gilad Pereg, conocido mediáticamente como el “hombre gato”, que había llegado al banquillo de los acusados bajo la sospecha de haber asesinado y enterrado en el patio de su casa en Guaymallén los cuerpos de su madre y de su tía.
Exmilitar e ingeniero, poco queda ahora del israelí que llegó a Mendoza allá por 2009 con una fortuna considerable bajo el brazo. “Pasa los días en la cama, tirado y sin hacer nada”, resumió su representante, Maximiliano Legrand, sobre la rutina de su defendido, que por el momento sigue internado en una clínica psiquiátrica medicado y con asistencia profesional constante.
Legrand, el abogado de Pereg, es una de las dos únicas personas que visita al doble femicida desde que recibió su condena.
La otra persona es una mujer llamada Verónica, con quien comparte su pasión por los gatos y que tendría una enfermedad mental. “Me dijeron que podría ser psicosis”, indicó el letrado. El amor por los animales que los unió mutó con los meses en una relación sentimental. “Quieren tener un hijo por fertilización in vitro”, dijo su defensor.
En relación a los problemas psiquiátricos de Pereg, el letrado apuntó que si bien su defendido se sigue considerando un gato, con los antipsicóticos y la asistencia profesional que recibe, su cuadro ya no es alevoso como el que desplegó durante las jornadas del juicio en su contra.
Los maullidos de Gil Pereg en plena audiencia del juicio
En ese sentido, aclaró que si bien esto le da una posibilidad de relacionarse con las demás personas normalmente no hay que olvidar que “que tiene una raíz psicótica”. “Entonces esa relación en algún momento se transforma en anormal”, remarcó.
Según contó Legrand a TN, la familia de Pereg cortó totalmente la relación con él cuando ocurrió el doble femicidio de Pyhria Saroussy y su tía Lily Pereg por el que después resultó condenado.
“Él tiene una consciencia limitada”, expresó en alusión al impacto que (no) causó en Pereg la pena máxima a la que lo sentenció la Justicia, y agregó: “Tiene una cadena perpetua, pero no tiene una reacción emocional adecuada, normal para lo que eso significa”.
El doble femicidio del “hombre gato”
De acuerdo con la investigación, en enero de 2019, ambas víctimas habían arribado a Mendoza para visitar a Pereg, que residía en un predio con una casa muy precaria que estaba llena de gatos y algunos perros en estado de abandono.
Las hermanas israelíes fueron vistas con vida por última vez el 12 de ese mes en ese domicilio, situado en la calle Roca al 6000 de Guaymallén, y 14 días después la Policía Científica encontró sus cuerpos mutilados y tapados con piedras y tierra en un sector del mismo predio.
Tras ser descubierto el doble crimen, Gil Pereg quedó detenido y durante su estadía en la cárcel mostró comportamientos extraños y aseguró ser “un gato”, lo que reiteró en diversas oportunidades y audiencias en las que, incluso, comenzó a maullar frente a los magistrados.
Las últimas palabras del “hombre gato”
Nicolás Gil Pereg escuchó en silencio los alegatos de clausura vigilado por tres policías, cruzado de piernas y semi descalzo, con una de sus sandalias en el piso.
A diferencia de las oportunidades anteriores, parecía somnoliento mientras argumentaban la Fiscalía y la querella. No obstante, cuando llegó su posibilidad de dirigirse a la Justicia el hombre se incorporó y, casi arrastrando los pies, se acercó una vez más al atril.
Más temprano, Pereg ofreció sus últimas palabras y acusó a la Policía de haber “plantado” los cuerpos de las víctimas: “Era fácil usarme a mí como culpable”. En otro fragmento, sostuvo: “Si yo hubiera tirado el arma tendría polvo en las manos y no tenía. La policía y la fiscalía utilizaron el arma mía para tirar a los cuerpos”.
“A mí me están culpando a la fuerza. Intentan decir que hice cosas que yo no hice. Buscaron la forma de acusarme de la desaparición (de mi madre y mi tía) por eso me hicieron los allanamientos y me secuestraron las armas”, añadió.
Después, el israelí empezó a hablar de su madre, Phyria Saroussy, cuyo cuerpo junto con el de su hermana fueron encontrados el 26 de enero de 2019 en la casa del acusado.
“Yo veo a mi madre que me habla en la cabeza. Me dice que está secuestrada en un lugar oscuro. Que mi vieja está muerta es mentira. No vi una foto, no vi nada. No sé dónde están. La policía y la fiscalía ocultaron los cuerpos en mi terreno. Hicieron un allanamiento y no encontraron nada y justo el sábado encontraron el cuerpo”, dijo al hacer referencia a que él ya había sido detenido y liberado.
“Ella está viva, no sé qué encontraron o no. Yo sé que está viva”, reafirmó. Según él, lo “culpan” porque vive “de forma rara, precaria”, “no común”, y al referirse a su mamá, expresó: “Es mi vida. Jamás podría vivir sin madre. Yo vivía gracias a ella. Ella me enviaba dinero para poder sobrevivir. No tengo cómo vivir sin ella”.
La magistrada Laura Guajardo sostuvo que el doble crimen se trató de un “asesinato despiadado” por el cual el agresor tuvo “plena consciencia de la criminalidad de sus actos”.