En la Argentina, la oferta laboral no sólo no es tan relevante como en la mayor parte del planeta, sino que peor aún muestra un virtual estancamiento en torno al 46% / 47% del total y por debajo del 60% en el segmento específico de mayor concurrencia, como es el de 15 a 64 años, y peor aún cayó en casi dos puntos porcentuales de la población total desde el inicio de la presidencia de Alberto Fernández, según la última medición de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec.
En términos del total de la población esa brecha representa aproximadamente un millón de personas que se retiraron del mercado laboral al no poder satisfacer su objetivo de recuperar el empleo perdido o ingresar a la primera ocupación por un ingreso monetario.
Cabe notar que por la metodología internacional de medición de la tasa de desocupación que surge por la simple diferencia de la “población económicamente activa” con la tasa de empleo efectiva, -en ambos casos en blanco y en negro-, no aparecen como parte de los poco más de 1,8 millones de desempleados al cierre del segundo trimestre 2021 -último dato oficial y proyectado al total país el resultado de los 31 aglomerados urbanos relevados por la EPH-. Si se sumaran, la tasa de 9,6% que midió el Indec hubiera subido a casi 12% de la oferta laboral, la más alta desde 2005 -excluida la del segundo trimestre 2020 que también se vio limitada por la drástica caída de la población económicamente activa-.
Pero el denominado “efecto desaliento” a buscar un empleo remunerado o rentado, en blanco o en negro no se limita a la diferencia entre las tasas de participación actual y la histórica, sino también a la que surge de comparar con la que promedia en el mundo, o, peor aún, más acotado, con la proporción promedio que el Banco Mundial registró en los 5 países limítrofes de la población de 15 a 64 años.