El presidente Jair Bolsonaro será el blanco de las protestas, la segunda en tres semanas, convocadas para mañana en 300 ciudades por la oposición y movimientos sociales para reclamar su renuncia, el cambio del modelo económico y una ayuda universal de de 120 dólares para los trabajadores, con Brasil en el umbral de llegar al medio millón de muertos por Covid-19.
Será la segunda manifestación luego de la del 29 de mayo, la cual se transformó en la jornada más importante contra el Gobierno desde que asumió el mandatario ultraderechista el 1 de enero de 2019.
Las protestas opositoras ganaron volumen esta semana con la adhesión formal del Partido de los Trabajadores (PT) del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, favorito en las encuestas para vencer a Bolsonaro en las elecciones de 2022.
Lula, al frente del Gobierno entre 2003 y 2010, se encuentra tejiendo una serie de alianzas para poder construir su candidatura y empezó la tarea por el estado donde es fuerte la familia Bolsonaro y las iglesias evangélicas más poderosas, Río de Janeiro.
Allí, se reunió el jueves en un almuerzo con el llamado obispo primado de la Asamblea de Dios-Ministerio da Madureira, Manoel Ferreira. El objetivo es algo que Lula tiene en mente desde sus 580 días de prisión por una condena luego anulada en la operación Lava Jato: torcer el bolsonarismo desde su base evangélica en los barrios y favelas cariocas.
El empresario Silas Malafia, pastor electrónico y asesor informal de Bolsonaro, respondió este viernes que habrá «artillería pesada» contra el exsindicalista en la disputa electoral de 2022.
La articulación de Lula está vinculada a la política de alianzas en Rio de Janeiro sobre todo con el Partido Socialista Brasileño (PSB), agrupación a la que hoy se afilió el gobernador de Maranhao, Flavio Dino, tras dejar el Partido Comunista do Brasil (PCdoB).
En este marco de Lula como centro electoral es que la oposición camina frente al bolsonarismo.
En un costado se encuentra la llamada ‘tercera vía’ que se disputan el laborista Ciro Gomes y el neoliberal Joao Doria, ya que el magnate ultraliberal Luciano Huck declaró que no será candidato y sí continuará como animador televisivo.
En mayo, la encuesta Datafolha le otorgó a Lula la victoria en primera y segunda vuelta contra Bolsonaro, motivo por el cual el propio presidente tomó el mensaje y, en su peor momento de popularidad desde 2019, comenzó a organizar caravanas de motociclistas de la ultraderecha en Río, Brasilia y San Pablo.
Desde la oposición de izquierda, las entidades como Frente Pueblo Sin Miedo y Frente Brasil Popular, que habían respetado los llamados a no aglomerar, convocaron con barbijo a la oposición a manifestarse ya el 29 de mayo.
Las protestas para pedir el «Fora Bolsonaro» sorprendieron por su tamaño en todo el país pero sobre todo en Brasilia, Río de Janeiro y San Pablo. Este supuesto nuevo clima llevó oficialmente al PT a convocar a la marcha, según resolvió su directorio el martes pasado.
Lula fue consultado por una radio del estado de Rio Grande do Norte si iba a ser la contracara de Bolsonaro en las caravanas y participar de algunas de las protestas, sobre todo en San Pablo, la ciudad más poblada y clave como vidriera nacional.
«Aún no sé si voy a la manifestación, tengo una preocupación. No quiero transformar un acto político en un acto electoral. No quiero que los medios aprovechen eso para decir que Lula se está apropiando de una manifestación convocada por la sociedad brasileña», dijo el exsindicalista.
Bolsonaro aceleró su narrativa y agenda neoliberal de reformas (logró en el Senado la privatización de la gigante eléctrica Eletrobras), mientras la comisión parlamentaria de investigación de la Cámara está cercando al Poder Ejecutivo sobre su rol e la pandemia, sobre todo por despreciar la vacunación y apostar en remedios sin efectividad para convencer a la población a salir y romper las cuarentenas.
La Comisión Parlamentaria del Senado de Brasil que revisa el rol en la pandemia del Gobierno anunció hoy que abrió oficialmente una investigación criminal contra el ministro de Salud, Marcelo Queiroga; su antecesor, el general Eduardo Pazuello, el excanciller Ernesto Araújo y otras once personas.
El mandatario también fue repudiado hoy en la comisión por haber afirmado que quien tuvo Covid-19 no necesitaría vacunarse, una noticia falsa, durante una transmisión de Facebook.
Llamando a Lula ‘9 dedos’ (el expresidente perdió un dedo meñique cuando era tornero en una fábrica), Bolsonaro alentó nuevamente el fantasma del fraude en las elecciones de 2022 si a las urnas electrónicas no se le agrega la impresión de un ticket para que el votante pueda llevarlo luego de sufragar.
La justicia electoral ha negado varias veces este pedido pero Bolsonaro apuesta en sacarlo por ley.
En ese sentido, sostuvo que hubo «fraude» en la elección en la que terminó triunfando en 2018. «Hubiera ganado en primera vuelta y no en segunda».
Y le hizo un guiño a la derecha tradicional al afirmar que en 2014 ante Dilma Rousseff hubo «fraude» contra el candidato Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña, hoy diputado y alejado de la luz pública tras haber sido grabado pidiendo una coima al dueño del frigorífico multinacional JBS, Joesley Batista, durante el gobierno de Michel Temer.
En un escenario polarizado, Bolsonaro estuvo hoy con el pastor Silas Malafaia en Marabá, estado de Pará, para entregar títulos de propiedad a pequeños agricultores.
«De esta forma nos estamos librando de las actividades nefastas del Movimiento Sin Tierra, la propiedad privada es sagrada para nosotros», dijo el presidente en el acto, donde los bolsonaristas dieron señales sobre cómo será la campaña para el próximo año, cantando no a favor del mandatario pero sí entonando un «Lula ladrón».