Mario Pergolini visitó los estudios de Infobae para conceder una entrevista exclusiva. Creador de éxitos televisivos como CQC y radiales, con su emblemático Cuál es?, la intención de Pergolini es tener cada vez menor presencia mediática. De lunes a viernes despunta el vicio con la conducción de Maldición, hoy va a ser un día perfecto , de 7 a 10 en Vorterix, aunque ya no sea radio, como explicará. Innovador, provocador y creativo, Mario asegura que, por experiencia propia, a veces estar adelantado es lo mismo que estar atrasado. A lo largo de una charla íntima y distendida, hablará de sus nuevos proyectos, opinará de radio y televisión, y hará foco en las nuevas generaciones y su relación con las redes sociales: “Hoy cualquiera cree que puede lograr cualquier cosa, y no es así”, avisa. Pero también se detendrá en su renuncia a la vicepresidencia de Boca.
—¿En qué momento de su vida se encuentra?
—Ya voy a cumplir 58 años. Entonces, ha pasado mucho tiempo de todo. ¿Y en dónde estoy? En una etapa no alejado de los medios, pero intentando cada vez estar menos dentro. De poder hacer otro tipo de cosa. Hace ya más de una década que me dedico, casi exclusivamente, a tecnología y a medios dedicados a la tecnología. Vorterix, que va a cumplir 10 años, es el primer formato latinoamericano con streaming y cámaras en vivo que es realmente multiplataforma. Tengo la suerte también de participar en Board, una compañía en donde se hacen análisis de distintas formas de trabajar las redes sociales, la comunicación, las palabras y ese tipo de cosas que pueden terminar en un medio de comunicación, los comienzos de Filo News, o incluso algunas que se dieron al comienzo acá, en Infobae, tecnología, streaming, análisis de audiencias, inteligencias artificiales aplicadas en redes neuronales para facilitar distintos tipos de cosas, casi todas relacionadas al entretenimiento, y mucho de lo que análisis de datos.
—¿Cuándo dijo: “Basta de televisión voy por la tecnología”? ¿Cómo se reseteó?
—Yo creo que siempre hemos ido juntos: la tecnología y lo que he hecho en medios. Mis programas de radio fueron los primeros que se editaron digitalmente, los primeros que tuvieron correo de Internet, ya que tuve la suerte de desarrollar una compañía de Internet, en sus comienzos, que le dio soporte a muchas de las cosas que hice. Cuatro Cabezas fue una empresa tecnológica cuando todavía no existían los filtros, no existía Instagram. Caiga Quien Caiga estiraba narices, estiraba las cabezas. La tecnología y lo que hice siempre fueron de la mano. Creo que el gran éxito de Cuál es? era cómo se podía editar rápido, disparar música cuando todavía no había música digital, pero nosotros ya teníamos digitalizado casi el 100 % de lo que estábamos pasando. Siempre me ha gustado la tecnología, siempre la apliqué a todo lo que hice.
—¿Cómo manejó su ego cuando bajó el éxito de CQC?
—Bueno, no es fácil… El ego fue igual en todas las épocas de la humanidad.
—Sí, pero el ego en televisión tiene un valor superlativo.
—Correrte del ego es complicado. Creo que hoy en día le pasará también a un streamer si ve que su audiencia le empieza a bajar. A mí se me dieron dos cosas al mismo tiempo: una fue que vendimos la compañía, con lo cual había que trabajar para otro, y la otra, que Caiga Quien Caiga debía tener un cambio: nosotros ya estábamos… La verdad es que a mí no me gusta hacer programas largos, nunca vi el mérito de decir: “Este programa tiene 20 años al aire”. ¿Cuál es el mérito? ¿Sobrevivir?
—¿Caiga Quien Caiga dejó de existir porque no le gustan los programas largos o porque sintió que había llegado a su techo?
—Todo tiene un techo. Vemos todo el tiempo a esa gente que decís: “¿Para qué estiraste la agonía?”.
—¿Es una agonía?
—Sí, es estirar la agonía. Lo que pasa es que la vanidad no te lo permite. Incluso en radio uno dice: “Bueno, pido tal y tal cosa, sino me voy y la gente se va a ir conmigo”. Y a la semana te das cuenta de que ya nadie se acuerda de vos. ¡Y está bien! Somos minutos en la vida de todo el mundo. Así que aproveché que no soy una persona melancólica, creo que todo tiene sus tiempos, tienen sus equipos y sus formas de llevarla adelante. Insisto que esto fue hace 10 años, y yo ya hacía casi 30 años que estaba en el medio; empecé desde muy chico.
—Hablando de chicos, ¿cómo ve a los jóvenes en los medios?
—Mirá, ser joven siempre es complicado, en cualquier cosa: en un banco, en los medios, en la ciencia. Ser joven muchas veces te descalifica. Pero creo que el medio, en tecnología, ahora te califica un poco. Ha cambiado. Aunque también está quien cree que por ser joven va a ser exitoso, por ser joven va a ser influencer, por ser joven va a ganar millones. La verdad es que es una generación a la que le está costando mucho poder superar ese tipo de cosas. Las redes sociales, y por cómo se comunican, te dan elementos que hacen creer que cualquiera puede lograr cualquier cosa. Por ejemplo, si uno ve a un chico en su casa con una cámara haciendo cosas geniales, que tiene 2 millones de seguidores, el otro dice: “Yo tengo una casa, tengo una cámara, tengo la misma conexión, ¿por qué no puedo ser tan genial como él?”. No funciona tan así, no es tan lineal. Primero, porque el éxito no se puede predecir, sino todo el mundo sería famoso… Uno no sabe dónde está el éxito. De golpe girás para un lado y lo encontrás. Muchas veces es búsqueda, pero muchas otras veces te tropezás con el éxito.
—¿A qué medio fue a golpearle la puerta?
—El primero fue Radio Belgrano, con 16 años. Me empecé a ratear y conseguí el trabajo. Me quedé dos semanas en la puerta hasta que me atendieron.
—¿Cómo lo consiguió?
—Les causó gracia que hacía dos semanas que estaba ahí… Y yo, imaginate cómo fui con mi carrera, e imaginate con 16 años, todavía mucho más cocorito (risas). Les dije que la música que estaban pasando era una porquería, que nadie sabía hablar… Y realmente era una porquería y nadie sabía hablar de música. Todavía no había FM, no había nada. ¡Yo estaba en el colegio! Mi mamá me quería matar. Llamaron a mi casa preguntando por qué hacía 20 días que no iba al colegio. No calculé esa parte.
—¿Cómo reaccionó su familia?
—Casi me matan. Además me decían: “Mirá, Larrea hay uno solo” (risas). Y yo les contestaba: “Pero yo no quiero ser famoso, yo quiero hacer algo que me guste”.
—¿Cómo está su ego hoy?
—Siempre ha estado perfecto.
—¿En las épocas de mayor exposición nunca se mareó o sintió que perdía el control?
—Obvio. No es lo mismo tener 20 años que 30, 40. Incluso, al día de hoy, cuando contrato gente que está en los medios, le digo: “¿Estás preparado para que mucha gente te halague?”. Porque todos estamos preparados para que nos desprecien, sabemos cómo son las herramientas para luchar cuando nos desprecian. Sin embargo, es muy complicado cuando todo el mundo te endulza el oído, cuando todo el mundo te aplaude. No es común que todo el mundo te esté aplaudiendo, no es común tener un trabajo en donde cada vez que terminás ves, no sé, 200 personas haciendo: “¡Eeeeeh!”. Es muy difícil de entender a los 20 o a los 30. He tenido mis épocas más que evidentes, de más subido al caballo, menos subido al caballo. Siempre fui muy combativo, pero hoy ya no lo soy tanto: no le encuentro tanto sentido a ser así. Creo que la competencia pasa por otro lado y de otra forma. Pero cuando tenía 20, era: “Nosotros o ellos”.
—¿Cuáles fueron los momentos bisagra en su vida?
—Soy técnico electromecánico y no ejerzo, así que haber estudiado esa carrera y no haberla seguido adelante puede haber sido algo de eso. Estuve en política mucho tiempo, trabajé en Casa de Gobierno, trabajé con Alfonsín en el 83 cuando asumió, renuncié cuando salió al balcón y dijo: ”Felices Pascuas”. Ahí le presenté mi renuncia. Momento bisagra realmente es cuando entramos a Continental con Ari Paluch, una persona a la que conocí de casualidad. Hicimos Feedback y entramos en la radio, después pasamos a Rock & Pop. Luego, haber tomado la decisión de producir y no como empleado. Yo desde los 22 años he controlado las cosas que he hecho. Por último, dejar la televisión y la radio, donde estuve tantos años, fue otro gran cambio. Pero no me molestan los cambios, no me asustan, creo que aprendí a convivir con ellos.