Paula Ojeda es, ante todo y en cada ámbito, una mujer optimista. Es abogada, tiene dos máster en Prevención de Violencia de Género y de Igualdad de Género y es la actual directora del Departamento de Género de Vélez Sarsfield. Además, es vicepresidenta del Foro Argentino de la Mujer en el Deporte. Me contestó desde el primer momento en que le consulté por una nota y a los días ya estaba afuera de su estudio sobre Avenida Libertador esperando a que termine una audiencia.
El estudio es amplio y parece muy nuevo, más tarde me cuenta que se mudaron del edificio ubicado en Lavalle a causa de la pandemia y un aumento de alquiler. Me siento, con el Canal América de fondo, con ella en frente y empiezo a grabar.
Paula pudo no haber sido de Vélez. Pudo haber seguido el fanatismo gallina de su papá, con quien compartía muchas noches viendo boxeo en San Justo, pero entendió desde muy chica que el futbol no la fanatizaba tanto y que no iba a proliferar ese marketing a una sola disciplina en su esplendor. “En el barrio los chicos eran hinchas de Vélez. Empecé a ir a la cancha de chica con amigos y después con los años terminé de novia con mi marido que es hincha y su familia también”, cuenta entre risas.
Desde sus comienzos en la abogacía trabajó dando charlas, talleres y convocatorias en La Matanza. A partir de este momento, a cinco minutos de empezar la entrevista, comienza la dicotomía entre el trabajo y la militancia. La remuneración que diferencia la semántica y trasciende en todo lo demás.
Paula Ojeda no trabaja en Vélez Sarsfield, es directora de un departamento en el que milita ad honorem y sin empleados. Pequeño detalle que cuenta muy poco y que tanta importancia tiene, no solo en la feminización de los cuidados y en el interés por un tercero, sino también en las críticas que caerían sobre ella en caso de que cobrara por su trabajo. Pero falta un poco más.
El 10 de febrero de 2010, Eduardo Vázquez volvió a su casa, discutió con Wanda Taddei y la prendió fuego. La mujer ingresó a la guardia del Hospital Santojanni con el 60 por ciento del cuerpo quemado y falleció el 21 de ese mes. Este femicidio no solo fue un quiebre en la sociedad, no solo visibilizó la última instancia de un sistemático accionar violento, individual y colectivo, sino que significó un quiebre personal en la vida de Paula. “Era fortinera, una chica que iba siempre a la cancha, a raíz de eso me marcó un montón. Desde ese momento comencé a trabajar fuera del estudio jurídico, yendo a sociedades de fomento o clubes pidiendo que me den un espacio, o colaborando para explicar a la gente de barrio que la violencia no es solo física”, me explica.
Hay una suerte de agradecimiento a lo colectivo y sus repercusiones en el optimismo de la abogada. Estudió en la universidad pública de Lomas de Zamora, trabajó en Tribunales de La Matanza, y fue empleada en el Estado. Cuando asume la nueva comisión directiva en Vélez, observa que solo hay cuatro mujeres y se plantea un desafío: presentar un proyecto, pasar en voz baja el borrador de un protocolo. Soñar con que más gente se sienta bien en el club de sus amores.
Empieza a buscar allegados y agradece que Vélez sea un espacio en el que “nos conocemos casi todos”. La primera respuesta por parte de la comisión, como a varias de las cuestiones abordadas desde el género, es una pregunta:
“-¿Qué tiene que ver el fútbol con la violencia de género, con la diversidad?
+Todo”
Pasos cortos y firmes, insistencia y una trayectoria que fundamente. “Bueno, dale. Probalo”, le respondieron a su retruque. La vicepresidenta del Foro Argentino de la Mujer en el Deporte sabe que apostaron a ella y que es gracias a su carrera profesional. En abril de 2018 Vélez tuvo su primer stand en la Feria del Libro. En un auditorio presentaron el protocolo y causó fuerte impacto en los medios masivos de comunicación. Abarcaba a todas las personas de la sociedad institucional, socios, socias, deportistas y atletas, quienes cumplen algún rol de visitante o familiar de socio y aquellos que tienen alguna concesión en la confitería.
¿Por qué? Para que en todo el ámbito institucional, ya sea Villa Olímpica, la sede o el polideportivo, tenga injerencia el protocolo. Indica los tipos de situaciones que puedan suceder y las jerarquiza. El paso de la perspectiva de género por el club no trata solo violencia, sino que también amplía derechos.
Naimid Cirelli es periodista, nació en Liniers, es fanático de Vélez Sarsfield y se convirtió en la primera persona no binaria en tener un carnet de socio de un club de fútbol que refleja su identidad de género autopercibida. Mandó un mail al departamento de Género y a las tres horas le respondieron para ponerse a disposición. Tras seis meses, recibió su DNI y muchísimas agresiones por redes sociales.
En su mayoría, quienes insultaban lo hacían por el gasto que implicaba imprimir un DNI y concederle a un hincha cualquiera sea su deseo. Puteadas que llenaban un timeline en pos de relacionar la inacción en una disciplina concreta y la eficacia en otra. La directora del departamento encargado de brindar el documento confiesa que le cuesta entender qué puede afectarle a una persona que otra sea feliz. Y me cuenta, por primera vez, que trabaja ad honorem. Dato que sería insignificante si no se cuestionara al género siempre como un gasto y no como, no apelamos a la obligación, una inversión en mejorar nuestra calidad de vida. “No tenemos empleadas, los demás departamentos del club sí. Tampoco presupuesto, todo lo que hacemos es con plata de nuestro bolsillo. El club nos brinda instalaciones y herramientas, pero a veces hay actividades con invitadas y lo abordamos nosotras”, cuenta y no dejamos pasar que este hecho poco conocido es también un nuevo motivo de lucha.
“Yo no quiero el trabajo, dáselo a otra compañera, esto no es por mí. Van a decir que hago esto para cobrar, bueno. Dénselo a una compañera, que somos un montón y muchas lo necesitan”
Paula iba a los medios de comunicación antes de trabajar en Vélez y se hizo un poco más conocida desde ahí. Una imagen de abogada fuerte que aprovecha los espacios para visibilizar y democratizar la lucha.
A qué espacios ir, de qué manera, cómo y cuándo. La versatilidad militante radica en los modos y sus posteriores resultados. Sabe cuánto gritar en un medio de comunicación y cuánto callarse en una institución donde el paso tiene que ser más firme y certero. La importancia de la capacitación más allá de quién la pida: “Cuando vos entras a un lugar tenes que saber lo que estás haciendo, porque si ese lugar lo ocupaba un hombre y vos no tenes idea, nos van a caer a todas. No tendríamos que demostrar nuestra capacidad, claro, pero tenemos que capacitarnos”.
Ferviente feminista, Ojeda recomienda llegar a las dirigencias de las instituciones con algo concreto. Percibe en la mirada de un tercero la noción de que cualquier feminismo es una pared pintada y le hace frente a eso: “En todos los espacios, si vos queres abarcar más lugar del que te quieren dar, vas a ir para atrás”. Puede que refiera al cuidado del proyecto colectivo y a la necesidad de que nos ayudemos entre nosotras, pero lo claro es que en terreno ajeno los pasos pueden permitirse ser cortos. Si te tiran para atrás después de un envión autónomo, no volves más. Chocarte la pared cansa y lo diario necesita de un esfuerzo que soporte más que un corto plazo.
Hay un valor militante, también, que veo en la mujer sentada con un mate frente a mí, y es la búsqueda constante de no ser un trámite. Por eso es tan importante difundir las redes y los contactos. Desde distintas disciplinas que pueden no estar relacionadas a la violencia de género se acercan a ella o al club para pedir información o una ayuda más directa. Hay que charlar sobre lo que pasa y ver cómo lo solucionamos.
Con una interrupción por parte de Mike Tyson golpeando a un pibe muy denso en la televisión, seguimos hablando de las políticas aplicadas en la militancia y, puntualmente, en los jugadores de fútbol. La MLS no contrata jugadores con causas por violencia de género, Paula sabe esto y plantea que cambiemos el eje con que abordamos la violencia en el deporte y seamos un poco más prácticos. Los clubes tienen que advertir que este jugador es su patrimonio y que, junto a las prácticas personales que lleven adelante, se van también millones de dólares que invertiste.
Redobla la apuesta y piensa en números. Si tu patrimonio se porta mal, tu patrimonio no te sirve. Hay que capacitar y trabajar para que los resultados cierren y valgan.
Cuando se hablaba de la llegada de Ricardo Centurión en enero del 2020, dejó en claro que no quería a un jugador con sus antecedentes en la institución: “Me comprometí, me puse en contacto con el estudio de abogados de él, y me informaron que nunca fue imputado, sólo denunciado y sin la causa abierta”.
Entonces se le ocurrió ponerle una cláusula a los jugadores. Y así se creó la misma en todos los contratos de quienes integren el fútbol masculino. Reconoce la existencia del protocolo de violencia de género y en caso de no adecuarse sería una injuria a la institución. Este adelanto implicaba que el jugador firme con noción de la política puntual y con la obligación de acatar las generales del club.
Vuela sobre el aire una cuota de creatividad, necesaria en la militancia y más cuando sos referente: “Está bien, contratamos a Centurión aunque tenga una denuncia, pero vamos a sacar una cláusula porque estamos acá y esto no nos pasa por al lado”. Pasos cortos y firmes.
Como en cada organización, las internas pertenecen a sectores y los sectores son políticas plasmadas en líneas concretas de pensar y accionar. ¿Puede este trabajo, esta militancia, este concepto que está en el medio, meterse en la política?
“Esto tiene que ser apolítico y hay que demostrarlo. Yo no soy comisión directiva ni pertenezco a ninguna agrupación porque me parece importante esto. Este trabajo tiene que ser de todos y todas”, pienso en cuestiones éticas o morales y también en números concretos de un núcleo duro que puede acompañar la causa por afinidad y otro que la rechace por lo mismo. Y me responde asintiendo a los dos motivos. Cree fervientemente en que este trabajo tiene que pertenecer a la sociedad toda sin ideologías que la fracturen, pero sin cuestionar que el valor político pueda servirle a otra feminista.
“Estas tienen que ser semillas que vas poniendo, en algunos van a crecer más, en otros no. El Estado tiene políticas públicas contra la violencia de género, nacionales, provinciales o municipales, pero a muchísima gente no les llegan. Si los medios, bien o mal, más allá de todas las críticas, tocan el tema, seguramente a esa persona, que las políticas públicas no le llegan, de esta manera sí”
Le pregunto si cuenta con un poquito más de tiempo y se acomoda en su silla respondiendo que sí. Hablamos de sus comienzos en el feminismo, de su trabajo en el estudio de abogados y su militancia en el club de Liniers. Pasamos por lo insulsa que le resulta la horizontalidad en la militancia, su reconocimiento en la referencia y su certeza absoluta en la lejanía a la política dentro del departamento que creó.
Es un trabajo difícil, pero le gusta. Tiene cincuenta años, un hijo adolescente y bastante tramo de viaje todos los días desde su casa al estudio. Tiene un compañero que la ayuda mucho, pero también cuenta con las tareas de cuidado al hombro y todo el desgaste que eso conlleva. Me cuenta sobre lo mucho que baja línea cada vez que puede, hasta en los amiguitos de su hijo, y está por arrancar la única frase de toda la charla en la que no coincidimos: “La militancia se disfruta, sino no la haces”. Me quedo pensando y difiero, pero entiendo mucho más todo lo que hace y el porqué.
Me despido y le agradezco por la charla, por los offs, la confianza y complicidad. Le agradezco por el rato y, en última instancia, por una gran nota
Por Trinidad Cirigliano.