Participantes de las protestas en Colombia, en su mayoría jóvenes, relataron los malos tratos y las torturas a las que fueron sometidos por parte de las fuerzas de seguridad en detenciones que a menudo duraban horas y, en otros casos, aún más tiempo, sin que sus capturas fueran formalizadas ante la Justicia y en medio de la búsqueda desesperada de sus familias.
El diario El Espectador de Bogotá recopiló algunos testimonios, casi todos con nombres cambiados para proteger a las víctimas. Aquí, un resumen de algunos casos:
“Yo quiero denunciar; no me voy a dejar meter miedo. Estábamos con un colectivo de mujeres llamado Matronas. Salimos por unas reformas que no queremos, por el asesinato de líderes sociales, por el hambre, por el robo constante del Gobierno y la brutalidad policial.
Un grupo de encapuchados empezó a apedrear un local comercial. El Esmad (fuerza antidisturbios) llegó y les lanzó gases lacrimógenos a todos. Intentamos correr al barrio más cercano que se llama Las Gaviotas. Había como 200 motorizados para un pequeño grupo de personas que corríamos a pedir ayuda a la gente del barrio. Les tocábamos las puertas diciéndoles que nos iban a pegar, que por favor nos ayudaran y nadie nos abrió. Con las personas con las que estaba, encontramos unas escaleras que daban a un segundo piso y creíamos que estábamos a salvo, pero ellos llegaron. Nos dijeron que bajáramos, que supuestamente no nos iba a pasar nada”.
La joven sacó su celular y comenzó a grabar sin que la policía se diera cuenta. Uno de los uniformados la descubrió y ordenó que la subieran al camión junto con otra mujer. Aunque subió al camión, los policías continuaron con las amenazas: “Me dijeron: ‘si sacas ese hijueputa celular otra vez, te lo voy a reventar en la cara’. Tenía mucho miedo porque no podía comunicarme con mi familia, no sabía a dónde me iban a llevar, no nos decían nada. En cada cuadra subían a más manifestantes al vehículo. A otros hasta les robaron sus celulares, la única herramienta para comunicarse. Y comenzaron con preguntas y afirmaciones intimidantes: `¿Por quién van a votar: por (el expresidente Álvaro) Uribe o por (el líder opositor Gustavo) Petro? Ustedes son unos vándalos, por culpa de ustedes nos tenemos que quedar hasta tarde, por su pendejada`”.
“Me tomaron alrededor de 20 fotos y me obligaron a firmar un papel en el que debí aceptar que estaba promoviendo riñas en las marchas. Quería salir rápido. Estuve más o menos siete horas encerrada con otras estudiantes. Nos dejaron salir cuando llegó el alcalde, a pesar de que mi papá había llegado desde temprano. A quienes salgan solo les digo que se cuiden, que nadie les puede garantizar la vida ni su seguridad. La policía no está protegiendo a nadie. Al contrario, se reían de las circunstancias. Soltaban carcajadas porque mi familia me buscaba a través de las redes sociales”. (Valezshka de la Hoz, Barranquilla)
“Había infiltrados que nos tiraron gases de diferentes puntos y salidas. Nos comenzaron a rodear y taparon las salidas que teníamos. Nosotros comenzamos a reaccionar buscando salida y enfrentándonos contras los del Esmad, pero nos cogieron. A mí y a un grupo de jóvenes. Nos cascaron (golpearon), nos llevaron a un CAI (comisaría pequeña barrial), no sé cuál era exactamente. Los que nos capturaron no tenían uniformes ni identificaciones”.
“Cuando llegamos, nos juntaron con otros que estaban heridos. A todos nos patearon. El que hablara, gritara, llorara o cualquier sonido que hiciera, le cascaban otra vez. El peor momento fue cuando encerraron a varios en una celda y nos lanzaron gases lacrimógenos. Lo hicieron para asfixiarnos. Recién hasta la mañana siguiente me soltaron. Estoy golpeado en todos lados; me dieron atención en mi casa, ya que prefiero no ir al hospital. Me rompieron la cabeza, me pegaron en todo el cuerpo. Pero a otros les fue peor”. (Andrés Quintero, 19 años, Bogotá)
“Aranceli estuvo desaparecida la noche del 5. Yo pedí ayuda en Facebook y Twitter para encontrarla. Estaba a las 18.30 en la marcha de la plazoleta de La Mariposa, en el centro de la capital, cuando se la llevaron lo del Esmad. Salió a marchar con uno de mis hermanos a la Plaza de Bolívar. Aproximadamente a las 19 llegó mi hermano a la casa llorando, diciéndome que dos policías del Esmad se habían llevado a mi hija, aprovechando que todos estaban huyendo de los gases lacrimógenos. Dijeron que estaba haciendo vandalismo. La llamé, porque se llevó el celular de mi hermano, y salía apagado”.
Aranceli apareció tres horas después de la difusión de los mensajes. En su cuenta de Facebook asegura que los policías la llevaron a un CAI, donde la golpearon en las costillas y los senos. “En el momento en el que lanzaron los gases lacrimógenos, me alzaron, me metieron en una patrulla y me llevaron a un CAI. Me quitaron el celular, la plata que llevaba. En eso les volví a decir: ‘Tombos hijos de puta’, y me empezaron a pegar en la cara”.
“Vi cómo torturaban y maltrataban a otros jóvenes. Me golpearon tanto, que a uno de los policías intervino porque le parecía excesivo. Ahí me alejaron, pero siguieron trayendo más personas, muy jóvenes. La mayoría estaba gritando, pidiendo que nos dejaran salir. Estaban golpeando a los hombres, y a los que no llegaban con algo de valor les empezaban a pegar sin razón alguna. Incluso hasta llegaron a decir que si las mujeres tenían relaciones (sexuales) con ellos, nos soltaban”.
“Antes de soltarme me pidieron las claves del celular y le pegaron otra cachetada ´para que aprendiera a no estar en contra de la autoridad´. Después me subieron a una patrulla y me tiraron en una calle desconocida”. (Aranceli Ramírez, 15 años, Bogotá)