El expresidente de Estados Unidos Donald Trump afrontará mañana el inicio de su segundo juicio político en apenas un año, con la certeza de que otra vez contará con el apoyo de la bancada republicana en el Senado, a pesar de que una parte del partido se esfuerza por despegarse de la figura del magnate, que aún tiene de su lado una amplia aprobación del electorado conservador.
En tanto, hoy el equipo de defensa de Trump urgió al Senado a desestimar el juicio político porque es constitucionalmente defectuoso y advirtió que los demócratas están armando un «teatro político» en lugar de una «justicia justa», reportó la agencia de noticias AFP.
«El artículo de acusación presentado por la Cámara es inconstitucional por una variedad de razones, cualquiera de las cuales por sí sola sería motivo de sobreseimiento inmediata», dijeron los abogados de Trump en un escrito de 78 páginas en la víspera del inicio del juicio.
Los demócratas impulsan el juicio político para responsabilizar al expresidente por el violento asedio al Capitolio el último 6 de enero, y los republicanos que quieren que termine lo más rápido posible y se aglutinan, pero siguen con su interna sin resolver.
Un fallo que condene a Trump, que no ocurrirá si los republicanos votan en bloque, lo excluiría de una eventual competencia en las presidenciales de 2024.
«Siempre lucharé por ustedes. Estaré observando. Estaré escuchando. Volveremos de alguna manera», adelantó poco antes de abandonar apresuradamente la Casa Blanca, antes de la asunción de Joe Biden como nuevo presidente de Estados Unidos, el 20 de enero.
Hace un año, en el primer juicio político por abuso de poder y obstrucción al Congreso por presiones a autoridades ucranianas para perjudicar a la familia Biden fue absuelto, y es muy difícil que Trump sea condenado en este segundo proceso.
La Cámara de Representantes de Estados Unidos, de amplia mayoría demócrata, aprobó hace un mes con 232 votos a favor y 197 en contra, iniciar un nuevo juicio político contra Trump, bajo un único artículo de acusación por «incitación a la insurrección» y el rol desempeñado en el asalto al Capitolio que perpetraron sus partidarios.
«El presidente incitó está insurrección, está rebelión armada contra nuestro país», dijo por entonces la presidenta de la Cámara de Representes, Nancy Pelosi, quien calificó de «terroristas domésticos» a los seguidores de Trump que irrumpieron en el Capitolio, en una acción sin precedentes.
Aquella votación en la Cámara baja contó con el apoyo de diez republicanos, entre ellos algunas figuras consagradas como la congresista por Wyoming Liz Cheney, la «número tres» del partido dentro de la cámara, reprendida esta semana por su apoyo a este proceso por la delegación republicana de ese estado.
Cheney es parte de una rama más moderada del partido, de la que forman parte otras figuras como John Katko, Jamie Herrera, o el congresista por Illinois Adam Kinzinger, quien en los últimos días lanzó una campaña dentro del Partido Republicano para poner fin a las «venenosas conspiraciones y mentiras» de Trump y sus acólitos, según publica la prensa estadounidense.
Todos ellos conviven ahora con otros congresistas republicanos que siguen elogiando al expresidente hoy acusado, como la representante por Georgia Marjorie Taylor-Greene, o la representante por Florida Lauren Boebert, quienes no sólo respaldaron las teorías sobre fraude electoral, sino que también se revelaron como seguidoras del movimiento conspiratorio QAnon, destaca un despacho de Europa Press.
Pero en el Senado, donde el oficialismo demócrata cuenta con la mínima mayoría que le da el voto de desempate de la vicepresidenta Kamala Harris, necesita contar con al menos el aval de 17 republicanos para que el juicio político pueda salir adelante, lo que parece bastante improbable si se atienden las declaraciones de muchos senadores republicanos cuestionando la legitimidad del proceso, en sintonía con el argumento expuesto hoy por el equipo de defensa de Trump, porque «la Constitución no prevé un juicio de estas características contra un expresidente».
Para evitar el desgaste político que podría tener un apoyo explícito al expresidente, la estrategia republicana, avalada por al menos 45 senadores, radica en apelar a esa supuesta inconstitucionalidad del proceso y no en defenderlo ante las acusaciones de rebelión e incitación a la violencia.
En este contexto, esos 17 respaldos republicanos necesarios para que se avance en el juicio constituyen un objetivo difícil de alcanzar.
En el juicio político de febrero de 2020, sólo Mitt Romney, apoyó condenar a Trump. En esta ocasión se espera que alguno más dé un paso adelante, como Ben Sasse de Nebraska, Susan Collins de Maine, Lisa Murkowski de Alaska, o Pat Toomey de Pennsylvania, pero siguen faltando unos cuantos para llegar a 17.
Pese a que el inicio del juicio está previsto para dentro de pocas horas, la estructura del mismo todavía no ha sido confirmada, ni tampoco los posibles testigos que podrían comparecer, entre los que el Partido Demócrata pretendía, finalmente sin éxito, que estuviera Donald Trump.
La estrategia demócrata no está exenta de controversia, pues si bien hay congresistas partidarios de apelar directamente y hacer testificar a Trump de manera presencial, hay otra parte del partido que prefiere incidir en los senadores republicanos en vez de dar nuevamente a Trump un atril en el que continuar con sus teorías del fraude electoral, una vez ha perdido su principal herramienta de comunicación, Twitter.