Vayo Coin, el esquema de criptomonedas que prometía multiplicar ingresos de forma casi mágica, promocionado por decenas de famosos que cobraron sumas desde 300 mil pesos por una story de 30 segundos hasta 9 mil dólares o más por packs mensuales en Instagram, puede ser un pozo sin fondo. Se sospecha de un esquema Ponzi masivo. Usuarios en redes sociales aseguran haber sido damnificados. Ena Ailín Andrada, contadora según ella misma y experta en criptomonedas, colaboró en un ambicioso proyecto del grupo. Según relató a Infobae, recibe múltiples quejas de usuarios a diario que buscan cobrar su dinero.
Todavía no se sabe la dimensión del daño, a cuántos ahorristas supuestamente engañó Vayo para que entreguen su dinero. Una fuente cercana al grupo aseguró haber visto una planilla de al menos 200 inversores que entregaron desde 50 mil hasta 500 mil pesos, pero el número ni siquiera puede ser considerado un estimativo.
Hasta fines de la semana pasada, no existía una causa penal en contra del grupo, al menos según los datos de la Cámara Criminal y Correccional porteña. Los sistemas de consulta tanto del fuero civil como del comercial no revelan pedidos de quiebra o expedientes por cobro ejecutivo, usualmente un preludio a la denuncia penal por estafa.
Hay fuga. Vayo ocupaba oficinas en el piso 7 del edificio Madero Center en Puerto Madero: las abandonó en secreto dos semanas atrás. En el mismo edificio y en el mismo piso, irónicamente, funcionó “La Rosadita”, la financiera utilizada para encausar dinero de obras públicas y frecuentada por Martín, hijo de Lázaro Báez y el contador Daniel Pérez Gadín.
También hay silencio. Nadie responde en sus contactos corporativos de WhatsApp, sus redes sociales cerraron los comentarios. Todo a su alrededor es llamativo: fuentes que trabajaron en el grupo coinciden en que el verdadero líder era Leandro Usín, el hijo de Ana Lavitola, una jubilada vecina de un barrio humilde de Comodoro Rivadavia que es la principal accionista de Vayo Business, la principal sociedad del grupo, un hombre que figuraba en la oficina, pero no en los papeles.
Leandro Usín es un estafador reincidente. Tiene al menos dos condenas por jugadas sucias con cheques sin fondos. En Chubut recibió una sentencia de un año y ocho meses tras acordar su culpa. En 2013, Usín trabajaba en una concesionaria de Buenos Aires, ubicada sobre la avenida Córdoba. Fue denunciado en la Justicia y detenido por engañar a sus clientes y prender fuego el lugar. Luego, se escapó de la Justicia y fue considerado rebelde. La Sala II de la Cámara decidió darle la excarcelación dos años más tarde. Había huido a Rio Gallegos, donde luego sería condenado por otra serie de engaños.
Hasta ahora, no hay demasiadas certezas. Lo único realmente cierto, de acuerdo a datos del Banco Central, es que Vayo debe plata. Y debe cada vez más.